martes, 7 de enero de 2014

DIA 7. MI AMIGA LA GAVIOTA.


Cada mañana, cuando voy a desayunar, una de las primeras cosas que hago es poner un poco de comida para los pajaricos. No son míos. Son gorriones y algún verderón, que vuelan libres por el cielo de Águilas y que se han acostumbrado a piar en mi terraza para recordarme que tienen hambre. Y me gusta que me lo recuerden.
Desde hace un tiempo, una gaviota, muy lista ella, se posa cada mañana en el muro de mi terraza y observa mis movimientos. Cuando la miro, ella me grazna con un acompasado "pa-pa-pa-pa-pa", como queriendo decir: "aún no le has puesto nada a los pajaricos". Parece un acto desinteresado y honesto, pero me he dado cuenta de que no; en cuanto me pierde de vista, se baja a la mesa donde pongo el comerdero y se llena el buche. Si alguna vez la pillo infraganti, salgo y la echo de allí. Cualquier parecido con la realidad humana es pura coincidencia.
Desde la reflexiva protagonista de  "Juan Salvador Gaviota  hasta las que anidan encima de mi casa y me atacan, tengo cierta relación de amor odio con las gaviotas.
No se, pero por momentos, le estoy cogiendo cierto cariño a este ave que, cada vez más, se pasea por mi terraza como si fuese suya. Es posible que me haya dado el "síndrome de Estocolmo". 
Y creo que no soy al único.

No hay comentarios: