viernes, 22 de junio de 2012

LECCIÓN DE VALOR, LECCIÓN DE VALORES

Hace tiempo descubrí a una persona, aunque ya la conocía, admiraba e idolatraba, debido a la cercanía. Puede que parezca lo mismo pero no, no lo es. Lo último (conocer, admirar, idolatrar) podría ser debido a que son inherentes a casi todo ser vivo de cualquier especie. Lo primero, refiriéndome con descubrir a saber como es en realidad algo o alguien, lo adquieres con la edad y la perdida gradual, que es la mejor forma de perderla, de la inocencia. Recuerdo una anécdota, ya bastante lejana en el tiempo, en la que esta persona ostentaba la dirección de una entidad que no era de tipo empresarial, pero si con mucha solera y prestigio. En cierta ocasión, esta es la anécdota, pudo beneficiarse de su posición en la entidad para lograr, digámoslo así, cierto beneficio, eso si, bastante insignificante. No lo hizo. En la inocencia de mi edad le hice un comentario del que suelen hacer los críos: sencillo pero que ponen un "glup" en la garganta de los adultos. Le pregunté porque no lo hacía pues todo el mundo iba a pensar que "SI" lo había hecho. Y entonces él me respondió: "yo sé que no". Sus palabras, tan sencillas como contundentes, marcaron el "principio de mis principios", de mis valores; el hacer que el primero en juzgar mis actos sea yo. Y que si en mi interior hay un ligero atisbo de vergüenza por hacer algo indebido, volver a recordar esa primera lección de valor, esa lección de valores.